Se podría decir que desde que llegó al mundo, un 26 de julio de 1977, la vida de Mara ha estado ligada a Taberna La Bola y la genética lo ha rubricado, sin duda. Desde muy pequeña, recuerda, como al salir del colegio San Ignacio, frente a la Taberna, iba a comer allí. Le llamaba mucho la atención que todo el mundo comía lo que estaba dentro de un puchero y le preguntaba a su madre el porqué de aquello. Su padre trabajaba allí desde siempre, en el negocio familiar junto al Tío Antonio. Desde que cumplió 17 años, todos los fines de semana iba de extra a trabajar en sala y en la oficina. En 1999 después de haber realizado la carrera de empresariales se incorpora a la empresa familiar, con su padre recién jubilado.
Aunque a ella le gustaba más el trabajo de sala, entraba también en cocina. La propia jefa de cocina le dijo que debía estar preparada por si un día faltaba alguien, saber trabajar en cocina. La Bola tiene una cocina tradicional y elaborar sus cocidos es muy entretenido, así que le pareció buena idea.
Durante cuatro horas el cocido está cocinándose en puchero al fuego de carbón de encina y hay que vigilarlo.
Se va controlando la intensidad del fuego y moviendo los pucheros de sitio, para que el proceso de cocción sea el mismo para todos. A la vez hay que echar caldo cuando el cocido lo pide. El caldo debe tener los mismos ingredientes que hay en los pucheros, para que la sopa mantenga el sabor, el color y la textura.
El caldo de La Bola tiene un color entre rojo-anaranjado y es porque la bisabuela Cándida, asturiana de Navia, incorporó al cocido de garbanzos de Funtesauco, el chorizo asturiano, como buena guisandera. Cándida se vino a Madrid en 1870, con su marido que era vaqueiro porque les hablaron de una botillería donde se vendía bebida a granel y para tomar en el local. Y así es como pusieron en marcha una casa de comidas. Era un local pequeño y empezó a elaborar tres tipos de cocidos en función del cliente de la época: uno a las 12:00 a 1´15 pesetas, para obreros y empleados, otro a las 13:00 a 1´25 pesetas, que ya llevaba gallina, el preferido de los estudiantes y el último a las 14:00 a 1´50 pesetas, que ya llevaba carne y tocino, elegido por periodistas, senadores. Tras la guerra, ya solo quedó el cocido “caro”.
A finales del siglo XIX el cocido de La Bola se había hecho tan famoso y como el local era pequeño, la gente lo comía en las aceras. Una de las abanderadas del cocido era La Infanta Isabel II, conocida como La Chata. Como no podía ir a comerlo allí, era habitual ver delante del local el carruaje de Palacio que iba a recoger los pucheros para la Infanta y su hermano Alfonso XII. Por eso a este cocido se le conoce como una tentación real. Quizás pudiera decirse que aquí se inició el primer Take away de Madrid.
Ahora vienen personas desde todos los continentes a probar su cocido, por lo que lo elaboran respetando las diferentes culturas y religiones, según lo que no pueden comer. También tiene cocido para celiacos. Hay un 30% de clientes asiáticos, chinos y coreanos que no marchan sin su foto con Mara para presumir en sus países.
Entre los muchos reconocimientos nacionales, hay dos muy especiales; Premio Alimentos de España a la Restauración en 2012, otorgado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Premio Sagas Hosteleras, otorgado por Hostelería de España.
Cuando se jubile, le gustaría viajar y recorrer mundo, conociendo la gastronomía de otros países.