En pleno otoño, a finales de octubre, nos escapamos 24 horas para conocer El Lagar de Isilla, un remanso de paz y tranquilidad perfecto para desconectar, en un entorno privilegiado a tan solo 145 km de Madrid.
La historia de las Bodegas El Lagar de Isilla y de sus vinos comenzó en el año 1995 en la Ribera del Duero. Todo empezó en la bodega histórica del siglo XV ubicada debajo del restaurante El Lagar de Isilla de Aranda de Duero. Allí, a 12 metros de profundidad, la familia Zapatero Pinto, elaboró las primeras 50.000 botellas de un vino que hoy ya es una referencia con sus 250.000 botellas de producción anual.
Hoy el actual complejo enológico de La Vid construido en una finca de estilo colonial de 1.890, presenta diferentes formatos de experiencias para que elijas la que más te guste y disfrutar de todos los servicios que ofrece el complejo turístico, reconocido con el Premio al Mérito Enoturístico que otorga Rutas de Vino de España.
La bodega se integra en las antiguas edificaciones de la finca, respetando los materiales de la época como la madera y la piedra. Consta de cinco naves y un edificio social con oficinas, sala de catas y un porche decorado con diversos aperos de labranza típicos de la Ribera del Duero. Se puede conocer de primera mano las instalaciones donde se elabora el vino.
El Hotel Boutique El Lagar de Isilla se inauguró en 2.013 y cuenta actualmente con 21 habitaciones todas ellas tematizadas. Se puede elegir entre habitación estándar, Junior Suites, Suites Superior y Suites Superior Dúplex. Nosotros dormimos en la Junior Suite “Parques Naturales”, ambientada en dos de los parques naturales más cercanos y con mayor belleza de la zona: el Cañón de Rio Lobos y la Hoces del Rio Duratón. Una preciosa habitación abuhardillada con Jacuzzi en la parte central de la estancia y llena de colorido.
Complementando al hotel se encuentra el Wine Spa donde descubrirás durante el circuito, la elaboración del vino casi como si estuvieses dentro de la bodega. El circuito dispone de una piscina de agua climatizada que permite relajarse con sus chorros cervicales, de piernas o en el jacuzzi, sauna, baño de vapor o sala de relajación entre otras. Una de las joyas del complejo es la gastronómica con la cafetería y el Restaurante La Casona de la Vid, con dos comedores y dos terrazas (una exterior y otra interior de 300 m2 cada una).
Y es en este restaurante donde están los dominios de chef Alberto García, uno de esos “magos” a los que la vida les ha dado un don especial para hacernos disfrutar de sus innatas y brillantes cualidades en la cocina, que ha ido desarrollando y mejorando con el tiempo. Hay peregrinaje al restaurante los fines de semana, así que mejor reservar previamente.
Qué más os puedo decir, más que animaros, ahora que en breve llegará la primavera, a hacer una escapada y disfrutar del Hotel, bodega y restaurante, así como de los paisajes que los rodean.