La sopa es una preparación culinaria omnipresente en todas las culturas del mundo, caracterizada por un caldo que contiene diversos ingredientes sólidos, como vegetales y proteínas, y generalmente una mezcla de ambos.
Las técnicas de preparación de la sopa varían significativamente. Cuando el caldo se clarifica, se obtiene un consomé; si se licúa, a menudo con huevo o algún lácteo como crema de leche, leche o mantequilla, resulta en una crema.
Si se cocina hasta que se evapora una parte considerable del líquido, se obtiene un cocido, y si se cocina a altas temperaturas manteniendo su líquido, se obtiene un estofado. Las variaciones de la sopa son prácticamente infinitas, adaptándose a diferentes ocasiones y estaciones del año.
Quizás esa es la razón por la que muchos investigadores sostienen que la sopa tiene más de 30.000 años de historia.
Las primeras evidencias arqueológicas de la preparación de sopas datan de hace aproximadamente 30.000 a 35.000 años. Uno de los descubrimientos gastronómicos más antiguos de la humanidad fue que al cocinar vegetales o carnes en agua caliente, los tejidos se ablandaban, haciéndolos más fáciles de consumir sin perder sus propiedades nutricionales.
Con el tiempo, la preparación de sopas se volvió más sofisticada, buscando no solo la nutrición sino también el placer del paladar. Se empezaron a añadir pan, especias y otros ingredientes para mejorar el sabor. Así, podemos considerar que la sopa fue una de las primeras creaciones culinarias del Homo sapiens.
Son muchos los países con una rica tradición culinaria que han identificado un plato emblemático para representar su cocina a nivel internacional. Por ejemplo, Perú se asocia con el cebiche, México con los tacos y Argentina con los asados. No cabe duda de que España podría posicionarse como la nación de las mejores sopas y guisos.