Restaurante Gamberro dio inicio a una celebración gastronómica con sabor a Aragón y mirada al mundo
El 5 de mayo de 2015, sin apenas recursos pero con muchas ideas nacía Gamberro, un proyecto que apostaba por una cocina diferente, valiente y muy personal, de la mano de dos jóvenes entusiastas, Franchesko Vera y Flor García, quienes abrían por primera vez la puerta de su pequeño restaurante en la avenida de Madrid, en Zaragoza.
Diez años más tarde, el local ha cambiado, han ampliado equipo, tienen un hijo, un Sol Repsol, una mención en la Guía Michelin y se han consolidado como uno de los espacios más creativos del panorama gastronómico de Aragón… y de España. Lo que no ha cambiado es su espíritu rebelde y su ambición por seguir creando sin dejar de divertirse.
Una celebración a cuatro manos
Para festejar esta primera década, Gamberro ha organizado una serie de cenas colaborativas durante todo mayo. Cada jueves, un cocinero aragonés diferente compartirá fogones con Franchesko en un menú único e irrepetible.
El pasado 2 de mayo, Jorge Algarate, de El Descorche (Zaragoza), ha sido el primero en sumarse a la fiesta. Curiosamente, su restaurante también celebra su décimo aniversario este año. El día 9, el protagonista será Toño Rodríguez, chef de La Era de los Nogales (Sardas), que este año ha sido galardonado con una estrella Michelin.
Grandes nombres, grandes amigos
El 16 de mayo será el turno de Diego Guerrero, de Vidocq (Formigal), otro de los cocineros cercanos al alma de Gamberro. Le seguirá, el 23 de mayo, Rafa Bautista, de La Oveja Negra (Barbastro), con su cocina somontana con acento andaluz y espíritu libre.
Para cerrar el mes, el 30 de mayo llegan Carlos y Andrea Ayora, de Los Cabezudos, icono de la cocina zaragozana de producto, que este año celebra nada menos que cuatro décadas de trayectoria.
Del sueño a la realidad
La historia de Gamberro comienza mucho antes de 2015. Franchesko Vera, zaragozano nacido en 1991, soñaba con tener su propio restaurante desde que era adolescente. Viajó, trabajó en Italia, Ibiza y el Pirineo, y en 2014, al volver a Zaragoza para una apertura, conoció a Flor García, entonces educadora infantil.
El flechazo fue inmediato. Flor le animó a dar el paso. Se asociaron, compartieron todo –incluidas las deudas– y juntos crearon ese primer espacio en la avenida de Madrid. En 2016 se mudaron a un local más grande en Blasón Aragonés y en 2020 se trasladaron a su actual ubicación en la calle Bolonia, número 26.
Adaptarse y resistir: pandemia y reinvención
Ni la pandemia ni los cambios personales frenaron a Gamberro. Al contrario: la llegada de su hijo en 2020 les impulsó a repensar la organización del restaurante. Redujeron días de apertura y concentraron su energía en ofrecer una experiencia culinaria de calidad y cuidada.
Desde entonces, abren de jueves a domingo, con siete servicios sincronizados. Todos los comensales comienzan la cena a la vez, en un ambiente relajado y sin prisas.
Cocina creativa con sello propio
La propuesta de Gamberro es una cocina creativa, provocadora pero elegante. Siempre en evolución, pero fiel a sus pilares: producto, técnica y concepto. Sus platos combinan ingredientes locales con sabores de Asia, Latinoamérica y el mundo. No olvidan las raíces aragonesas, pero tampoco las fronteras.
El menú de Gamberro se compone de 17 pases cerrados, siempre a ciegas, por 70 euros. No hay carta. La propuesta cambia con la temporada, aunque algunos clásicos ya son imprescindibles: su croqueta de gambas estilo thai, la pizza de aire o el icónico Guardia Civil 2.0, versión gamberra del bocadillo zaragozano.

Una sala única para una experiencia completa
La sala y la bodega están en manos de Flor García y Julio Canales. Juntos acompañan a los clientes durante todo el recorrido gastronómico, ofreciendo explicaciones, calidez y una selección de vinos con más de 200 referencias. Vinos españoles, internacionales, de grandes casas y de pequeños proyectos con alma. Todo pensado para que la experiencia sea completa.
En Gamberro no hay protocolo rígido, pero sí mucha profesionalidad y atención al detalle. Con solo 20 comensales por servicio, el espacio –decorado por la propia pareja– tiene un estilo desenfadado y personal, con calaveras y patitos de goma como seña de identidad.
Diez años y lo mejor por venir
Hoy, Gamberro celebra su primera década como lo empezó: con creatividad, esfuerzo, una pizca de locura y mucho amor por lo que hacen. Han crecido como pareja, como familia y como restaurante. Y todo apunta a que seguirán sorprendiéndonos durante muchos años más.
